jueves, 14 de julio de 2016

El Amor Docente

Hace unos días vimos en la escuela el documental La Educación Prohibida. En resumen este documental recoge la visión y perspectiva de varios docentes, centros educativos y corrientes pedagógicas en Sudamérica. Hablaban de espacios, de estrategias, de apertura al cambio, entre otras cosas.

Durante todo el documental, que dura 2 horas 25 minutos, aparecen frases y pensamientos de pedagogos y autores. Pero una de las cosas que más llamó mi atención, fue la de la idea y visión generalizada, de que los niños lo que más necesitan para aprender es amor.

Esto, por supuesto, no es una idea o filosofía educativa nueva. Es algo que aprendemos leyendo algunas teorías, de diversos autores, en diferentes artículos. Pero el simple hecho de usar la palabra, la grafía, ver el concepto repetirse en todas partes no basta. "El amor es el principio pedagógico esencial". Antonio Pérez Esclarín. 

¿Comprendemos realmente lo que implica o significa enseñar a través del amor, con amor, por amor? ¿Entendemos el papel fundamental de los docentes en la actualidad social que atraviesa el país, continente y planeta? Entonces trataré de explicar, mi visión o comprensión de este tema desde esos 3 enfoques. 

Educación a través del amor: una de las cosas que más me preocupa y, que nos concierne a todos los maestros, sobre la juventud de la actualidad es su soledad. En una entrada anterior hago mención sobre esto. Soledad de acompañamiento, de cariño, de disciplina, de sueños, de compartir. Una soledad generalizada y deformadora del carácter y la visión que tienen los muchachos del mundo. Educar a través del amor demanda de nosotros espacios en los que el estudiante pueda sentirse refugiado, acompañado, valorado, comprendido, escuchado, apoyado, en sus intereses, decepciones, inquietudes y planes a corto, mediano o largo plazo. Esas conexiones que existen entre docentes y alumnos no son fortuitas. No son producto de un mero "es chévere", sino de la realización en la que el discente se siente lo suficientemente seguro y confiado de que estás allí para brindar algo más que clases magistrales y cátedras sobre lo que debe o no hacer. Está allí porque, quizá, tú eres el ÚNICO espacio donde siente que EXISTE, que ES. Porque tú le muestras el mundo a través de ojos, manos, oídos y palabras entusiastas, cariñosas, evocativas, reales. Porque te muestras tal y como eres, con virtudes y defectos y, él o ella, entiende eso como respeto hacia quién es.

Educación por amor: quien haya estado en un aula con 40 niños diferentes, que gritan, corren, pelean, discuten, caminan, conversan, juegan, sabe que la educación necesita algo más que vocación. No es que solamente te guste enseñar, por supuesto a esto es inherente el gusto por aprender, es que tengas una absoluta certeza de que ese es tu lugar en el mundo. Que comprendas que a pesar de lo difícil que es ese acto - la interacción con los padres, el poco tiempo personal y social del que se dispone, la pésima remuneración económica por la excesiva carga de trabajo - ese construir, investigar, participar, discutir, leer, escribir, compartir y buscar incansablemente las herramientas que te permitan alcanzar tu máximo potencial, jamás es meramente por satisfacciones egoístas, querer resaltar por encima de los demás o ganar reconocimiento, ¡NO! Es porque tienes esa necesidad imperiosa de DAR a tus alumnos la mejor educación que puedas. Brindarles las mejores herramientas de las que puedan disponer para salir a enfrentarse a ese mundo que les espera. Para que desarrollen y descubran todas sus potencialidades. Educar por amor es fundirse con la pedagogía, con sueños de dejar huellas que lleven a todos los barcos a puerto seguro. Con la esperanza de que esas personitas que caminan hoy de tu mano, estrechándola con sus pequeños dedos, sean los que construyan sociedades más justas.

Por último, enseñar con amor, guarda mucha similitud a las anteriores. Sin embargo aquí viene la parte física del asunto. No hay nada más divino que un beso, un abrazo (más cuando son de oso) o una sonrisa. No hay nada que impacte más a un individuo que esas muestras de cariño sincero, sobre todo cuando vienen de un desconocido con el que compartes la mayor parte de tu tiempo. Educar con amor significa reír en el salón, hacer pequeños chistes al explicar un tema, hacer gestos y voces divertidas, usar exageraciones y onomatopeyas, mirar a los ojos, dar una palmadita, sonreír, abrazar, jugar con ellos. Pasar por un lado y decirles que son hermosos y acariciar sus cabellos, caminar tomados de las manos, guardar en tu carpeta todas las notitas y dibujos que hacen, halagar sus virtudes, aplaudir sus éxitos y limpiar las lágrimas en sus fracasos. Educar con amor significa escuchar con atención, compartir sobre ti, tratar de relacionar lo abstracto con lo que ya conocen para que se sientan más preparados, ser flexible cuando lo ameriten o inexorable cuando sea necesario.

Educar con amor, es aprender a amar a muchos por sus particularidades únicas.

Creo que en lo que va de mi experiencia educativa, que es muy corta, he tratado, aunque en ocasiones pudiera haber fallado, de ser un docente que se rige por esas tres formas de ver y entender la educación. Pudiera decirse que es parte de mi filosofía o sistema de creencias docentes.

No me refiero con esto a que se espere de ti que seas perfecto, por el contrario, creo que de las fallas y los errores vamos afinando y comprendiendo ESO, esa abstracción que es la docencia. Ese concepto tan amplio, con tantos puntos de vista desde los cuales contemplarlo. Sin embargo, creo que, en resumidas cuentas, educar es un verbo muy sencillo en su comprensión, aunque no tanto en su práctica. Educar no es más que amar, porque para educar hay una extensión de uno mismo que se entrega, sin egoísmos. Y acaso ¿no es de eso de lo que se trata el amor?

"Dar amor, constituye en sí, dar educación". Eleonor Roosevelt

Twitter: @asteropea