domingo, 25 de octubre de 2015

Así me convertí en la Profe Marian.

En el año 2006, específicamente en Julio, recibía mi título en Educación, Mención Integral. Estaba muy orgullosa de haber alcanzado dicha meta, aunque solo algunos años antes, había entrado en la carrera porque fue la única opción que tuve.

Recibir tu título implica tener muchas expectativas y sueños. Imaginarse siendo la docente del año, recibiendo un sueldo del tamaño de ese sueño, con vacaciones y descanso interminables. Debo decir, que es uno un completo ingenuo.

En octubre de ese mismo año, introduje mi currículo en un colegio y por arte de magia, ya tenía trabajo. Después de una entrevista con el director, me asignaron el grado y me dijeron: debes estar mañana a las 7 a.m. 

Se podrán imaginar los nervios y esa marea de sensaciones que no me dejaron dormir. Entrar en el aula por primera vez, siendo tú la docente titular, es probablemente lo más cercano a mi propia película de terror que he vivido. Había allí, frente a mi, 37 niños. 

37 seres humanos con gustos y personalidades completamente diferentes, y aunado a ello, los 74 representantes con los que debía trabajar. Creo que no es necesario decir que esos primeros días de ajustes, de empezar de cero, de tratar de controlar la disciplina, me abrumaron. Llegar a la casa cada día representaba echarme a llorar en la cama con mi mamá a un lado, tratando de consolarme y darme ánimos. 

Estaba completamente perdida, enterrada bajo la siempre creciente cantidad de recaudos administrativos que hay que llenar; como si fuera poco todo el proceso de planificación y evaluación. En pocas palabras, mi primer año como maestra, significó un trauma emocional que me pasó factura en el inicio del segundo. Renuncié a mi trabajo y me quedé en una especie de limbo laboral del que me costó muchísimo salir. 

No fue hasta 2011, recién mudada a las montañas mágicas del páramo merideño, cuando decidí intentar de nuevo emprender la aventura de la enseñanza. Alquilé un local y monté un centro de tareas dirigidas, debo admitir que aún sentía un poco de nervios. Comenzaron a inscribir a los niños y pronto me di cuenta que esa carrera que había estudiado por "obligación", comenzaba a nacer en mi. Disfrutaba inmensamente esa pequeña ventana de una hora y media, que compartía todos los días con los 3 grupos de 6 niños que tenía. 

Comenzaron a llegar más, recomendados todos por las madres de mis estudiantes, y hasta por ellos mismos. Cuando menos me lo esperé, tenía lista de espera. LISTA DE ESPERA para entrar al centro de tareas dirigidas de aquella Marian que en el 2007 renunció a su trabajo formal y juró jamás volver a pisar una escuela. 

Aquí estoy ahora, 8 años después, trabajando en un colegio de mi pueblo. Soy Profesora por hora en Media General y de inglés e informática en primaria. Estoy a cargo del manejo de las redes sociales de mi institución y también, la encargada del grupo de teatro, que apenas va naciendo. 

El camino de la educación, puede parecer al inicio tortuoso, desesperanzador, difícil. La realidad del aula, de la interacción, de la planificación, de las estrategias; a veces nos deja sin aliento, porque educar en esta época, con la cantidad de situaciones a nivel familiar y social, no es sencillo. Pero, ten paciencia. Ve con calma, absorbe todo, observa todo. Acércate y deja que los demás se acerquen, sobre todo tus chamos. Demuéstrales que siempre hay alguien que los puede escuchar. Acepta las observaciones, las críticas constructivas. Busca a tus compañeros de trabajo e intercambia opiniones con ellos. Comparte todo lo que encuentres en las redes, en los libros, en los blogs. Investiga. Lee. Actualizate. Porque enseñar requiere, sobre todo, de aprender.

Ten paciencia, a veces el amor por la educación se encuentra después de haber derramado algunas lágrimas odiándola. 

Mucuchíes, 25/10
12:08


1 comentario:

  1. El que es docente nace y aun y cuando creemos que no es la carrera correcta, algo en nuestro interior nos dice; "Tu eres la indicada(a) para esto", te crearas mamá gallina, que a demás de proteger a los pollitos, cuando lo vez partir con la metas alcanzadas te sientes orgullosa de haber contribuido para que se lograra la meta.

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